lunes, 13 de agosto de 2012

Olor a pan.


  
    Es curioso el mundo de los olores, muy curioso. De repente en algún momento entra por tu nariz un aroma, y tu mente viaja a una velocidad comparable con la de la luz y aterriza en  otro lugar, en otra época, en otra vida.... Te has ido y, a veces, tardas en volver.
   
     Es genial con qué nitidez percibes el recuerdo. La teletransportación no existe... pero en ese momento parece que si.
    
    Uno de esos aromas embriagadores es el olor a pan recién horneado. A todos se nos revuelve algo cuando lo percibimos.¡Es mágico!
   
    Quizás lo mágico sea a donde a mi me transporta... Recuerdo a mi abuela haciendo unas hogazas inmensas, o a mi me lo parecían ya que eran casi tan grandes como yo. Recuerdo como amasaba, le daba forma y como luego (antes de meterlo al horno) le hacía unas endiduras con los pulgares para que el calor lo cociese de manera uniforme, como lo cuidaba en el horno de leña y como lo cubría con una “berza” para que no tomase demasiado color. “Tiene que sonar a hueco” decía, dándole con los nudillos.
   
    Recuerdo una rebanada de ese pan con un tazón de leche recién ordeñada. ¡Todavía lo saboreo!
    
    Lo saboreo, lo veo, lo huelo... han pasado 30 años y ... como decimos en Galicia: “Ainda me relamo” (“Todavía me sigo relamiendo”)

Luisa